El día 6 de Octubre de 1973, sábado, festividad judía del Yom Kippur, con todo el país relajado y festejando, Siria por el Norte y Egipto por el Sur, en un ataque previamente decidido y perfectamente coordinado, atacaron por total sorpresa y completamente a traición a Israel.
Y es que La fecha había sido escogida con cuidado desde el punto de vista táctico, ya que la mayoría de la población civil israelí estaba ayunando y se encontraría en las sinagogas, las defensas estarían descuidadas y muchos soldados estarían de vacaciones.
En principio los avances de los árabes fueron notables, pero los mismos fueron repelidos por los judíos, quienes posteriormente tomaron la iniciativa y empezaron a avanzar victoriosamente. En ese momento (¡qué casualidad!) las potencias mundiales exigieron un alto el fuego. Pero la victoria de Israel (una más) era un hecho.
Se terminó la guerra el 22 de Octubre, por una decisión política de la Primera Ministra Israelí, Golda Meier, en contra de los generales israelíes, que consideraban que tenían todo el derecho a avanzar casi sin resistencia cuando habían conseguido una victoria aplastante sobre un enemigo mayor que los había atacado por sorpresa y a traición en medio de una festividad religiosa.
La Guerra del Yom Kippur ha dejado una dura enseñanza: No confiarse; ni siquiera evainar la espada para celebrar u orar. Porque el objetivo de aniquilación de Israel no tendrá pausa jamás.
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