Hace un par de semanas llamé estúpidos a los votantes del PSOE en Madrid capital, implícitamente a los que votaron dicho opción estando en contra de un pacto de los socialistas con los extremistas de Podemos. He de reconocer que, aunque dicha opción dista mucho de ser la mía (mi apoyo fue para Ciudadanos), me equivoque.
Y es que en dicha elección lo que los votantes socialistas estaban apoyando básicamente era a su candidato colocado en la primera posición de la lista como alcalde. El problema resulta cuando ese candidato no gana por mayoría absoluta, ni simple, ni tan siquiera queda segundo, sino tercero, que es lo mismo que decir que no tiene ningunas posibilidades (al menos en buena lógica política) de ser alcalde. En esas circunstancias los socialistas, lógicamente a mi modo de ver (en esa extraña lógica en la que se mueve la política española), apoyaron al otro candidato "de izquierdas", candidata en este caso, Manuela Carmena.
Pero que el grupo de concejales del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid apoyara a la candidata de Podemos no quiere decir necesariamente que todos sus votantes estuvieran de acuerdo con esa decisión, ya que habría votantes (no la mayoría, sin duda) que entre Esperanza Aguirre y Manuela Carmena hubieran preferido la primera.
¿Y cuál hubiera sido la solución a este galimatías político? Pues muy sencillo (bueno, no tanto, visto lo visto): Una segunda vuelta entre Esperanza Aguirre y Manuela Carmena. Y en esa segunda ronda, dado lo ajustado de los resultados, y partiendo de la base que todos los votantes del PP y la inmensa mayoría de Ciudadanos hubieran apoyado a Esperanza Aguirre, hubiera bastado con que una minoría de votantes del PSOE se hubieran quedado en casa y otra minoría hubiera votado por Aguirre para que ésta se hubiera proclamado alcaldesa en lugar de la actual (cosa que con toda probabilidad hubiera sucedido).
Puestas así las cosas, y aunque en función del sistema de elección vigente nada hay que objetar a la elección de Manuela Carmena, la realidad es que ella no es alcaldesa de Madrid por culpa de la estupidez de los votantes socialistas de la capital (los cuales votaron a su candidato y no a ella), sino por culpa del sistema partidocrático imperante, que en esta caso es también antidemocrático.
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