Hace algún tiempo me encontré con que uno de cada dos jóvenes españoles preferiría estar en el paro antes que ser infeliz en su trabajo, porque las nuevas generaciones ya no se identifican con sus empresas y priorizan el ocio personal por encima de sus empleos. Toma, y yo, a mis 59 años, también preferiría no hacer nada (bueno, hacer lo que me gusta) en vez de tener que ir a trabajar cinco días a la semana. Pero, ¿y entonces quién me va a pagar el alquiler, la luz, el teléfono, la internet, la comida? ¿El Gobierno federal? ¿El estado de Texas? ¿El condado? ¿La ciudad? No sé en España, pero aquí, en Estados Unidos, las cosas no funcionan así. Ni para los viejos, ni para los jóvenes, por cierto. Ya lo he contado por aquí.
Pero hace unos días leí que se dispara al 45% la proporción de jóvenes que no cobra ni 1.000 euros y que se quejan literalmente de que con esto no me da para el futuro. ¿Y? Aquí, en Estados Unidos, también los jóvenes sin titulación cobran menos de mil dólares. Y por eso, si están independizados de sus padres, tienen que trabajar los dos de la pareja para salir adelante; y si no tienen pareja tienen que buscarse un roommate (compañero o compañera de apartamento, para dividir gastos); y si ni tienen pareja ni quieren roommate (los hay, y bastantes) entonces tienen que tener dos trabajos.
Por eso la inmensa mayoría opta por pasar de casi todo (política, ocio, incluso parejas, etc.) y trabajar y estudiar a la vez, lo que les obliga básicamente a estar en pie tres días a la semana desde que suena el despertador sobre las cinco de la mañana hasta irse a la cama a las once de la noche (cuando trabajan y estudian), dos desde las cinco de la mañana hasta terminar las clases hacia las tres de la tarde (los días que solo estudian) y otros dos, sábado y domingo, desde la una de la tarde que entran a trabajar hasta las once de la noche que se pueden ir a dormir.
Que sí, que sí, que esto es Estados Unidos y no España, y España no es Estados Unidos. Vale. Pero, aquí y allá, todo cuesta y nada es gratis. Hay que pagar un precio. Por priorizar el ocio personal por encima del empleo y por cobrar más de mil dólares (o euros) para tener un futuro.
Por cierto, que si se quiere tener un futuro yo solo conozco una fórmula: esfuerzo y constancia. En Estados Unidos y España. Y en ninguno de los dos países de nada sirve quejarse. Las circunstancias serán diferentes, no lo niego. Pero la única forma de superarlas pasará por dejar de quejarse, levantarse y luchar con esfuerzo y con constancia en ese esfuerzo. Es lo que nos toca a los que no tuvimos una herencia que nos permitiera vivir rascándonos la barriga.
Termino. Tal vez las dos cosas, los que no quieren trabajar y los que se quejan de no tener un futuro, son opiniones de diferentes grupos de jóvenes. O no. Porque la generación que el izquierdismo español ha producido es tan blandita que no me extrañaría que muchos de sus integrantes pensaran que es más importante el ocio que un trabajo desagradable y a la vez se quejaran de que no tienen futuro.
Lo que pasa es que, queridos y queridas, os han vendido pompas de jabón de hermosos colores. Y el mundo real no son pompas de jabón, sino, repito, esfuerzo y constancia. Os guste o no os guste. Porque la realidad siempre (siempre) se impone a los deseos que no tienen el menor sentido. La democracia está muy bien para elegir el Gobierno. Pero no te soluciona la vida. Eso solo lo consigues tomando decisiones sabias desde tu libertad.
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