Ayer hablaba de que unos pueden calificar de fascistas y otros ni tan siquiera describir como amigos de etarras, porque a los últimos se les quita el derecho a la palabra en el Congreso de los Diputados (con toda la gravedad que ello comporta). Hoy me veo obligado a ir un poco más lejos. De Irene Montero no espero nada bueno. Por eso cuando dijo que los del PP promueven la cultura de la violación no me sorprendí. Y tampoco me sorprendí cuando, ante un insulto de esas características, la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, la dejó continuar, exigiendo silencio duramente a los peperos, que no paraban de quejarse del insulto recibido, para cuando Irene Montero terminó limitarse a darle un pequeño tiró de orejas, diciéndole que "la expresión que ha utilizado no es adecuada en términos parlamentarios dirigida a un grupo parlamentario". Y ya. Ni le pidió que la retirara, ni ella, la presidenta, la retiró del Diario de Sesiones (estoy convencido de que lo hubiera hecho si, por ejemplo, hubiera sido alguien del PP o de Vox quien hubiera dicho que los de Podemos promueven la cultura de la violación).
Pero exactamente a continuación vino lo más grave de Batet. "Les pido...", en plural, comenzó la siguiente frase Batet, para continuar con una dura amonestación para que haya "contención en el lenguaje", cuidándose mucho de decir luego, para dejar claro que su discursito iba para todos, "les pido, en términos generales, que eviten un lenguaje inadecuado para el Parlamento...", cuando quien había usado el grave insulto fue Irene Montero, pero el palo se lo llevaron todos y a la ministra, repito, solo le dio un pequeño tirón de orejas. Vamos, la ley del embudo en plan Batet.
Aunque, en honor a la verdad, debo añadir que Santiago Abascal dijo: "Será recordado como el presidente que incorporó a partidos que defienden a condenados por terrorismo, es decir, a filoterroristas". Y posteriormente añadió: "¿Cómo se llama a los socios de los filoterroristas en esta cámara?". Y Meritxell Batet no dijo absolutamente nada. Esperemos, como dije, que la injusta expulsión de la diputada de Vox Patricia Rueda fuera una actitud puntual del vicepresidente del Congreso Gómez de Celis y que la cosa no vaya hacia una auténtica censura de la oposición (por más que las permisividades hacia el Gobierno y sus amigos continuarán, evidentemente).
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