Vaya por delante que considero a Alfonso Guerra probablemente el político más siniestro de toda la reciente etapa democrática española. Hasta que llegó Pedro Sánchez, que le ha ganado el primer puesto por mucho. Y con Sánchez en La Moncloa Guerra, a diferencia de Felipe González, no se ha cortado un pelo a la hora de hablar.
Ayer criticaba yo las reformas ad hoc de Sánchez. Y hace unas horas, cuando leí las noticias, veo que el exvicepresidente me mejora el latinajo y dice que «legislar 'ad hominem' es una forma de corrupción».
Ad hominem es una expresión latina que quiere decir a la persona. Lo que está diciendo Guerra es ni más ni menos que legislar para favorecer (o perjudicar, que no es el caso) a una persona en concreto (o un grupo) es una forma de corrupción. Y claro, todos sabemos que la supresión del delito de sedición y la reforma del de malversación se hacen para beneficiar a una persona muy en concreto: Oriol Junqueras. Y de paso a todos los que participaron junto a él en el intento de secesión de Cataluña en 2017.
Con lo que nos encontramos con que Pedro Sánchez está practicando la corrupción. Ni más ni menos.
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