martes, 10 de junio de 2008

Las razones de María San Gil

Con algunos días de retraso leo, blog de por medio, un extraordinario artículo de Casimiro García-Abadillo sobre los hechos que pasaron detrás del telón, y que fueron los que realmente hicieron que María San Gil tomara la decisión de abandonar todos sus cargos en el PP.

Aquí queda el texto, y que cada cual saque sus conclusiones. Yo ya he sacado las mías, que son sin duda favorables a María.

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ASI SE COMPORTARON LOS HOMBRES DE RAJOY CON LA LIDER DEL PP VASCO
Soria por SMS a San Gil: 'María, he recibido tu ponencia. ¡Arriba España!'

El 28 de abril el vicepresidente del Gobierno canario, José Manuel Soria, le envió un texto favorable a los acuerdos con los nacionalistas - El 29, San Gil le remitió el suyo y el dirigente canario le contestó enviándole al móvil ese mensaje ofensivo - El 30 se reunieron en Génova y Alicia Sánchez Camacho se puso de parte de San Gil. Entonces Rajoy ordenó que interviniera Lassalle

CASIMIRO GARCIA-ABADILLO

MADRID.- Las razones que llevaron a María San Gil a abandonar sus cargos en el PP siguen siendo una incógnita para la mayoría de los ciudadanos. María (así la llama todo el mundo) ha sido durante años un emblema, un símbolo de la resistencia frente a ETA. Su magnetismo, su carisma, han sido uno de los mayores activos del PP, que ha utilizado su imagen fuera del País Vasco como un icono de una cierta forma de hacer política. Su valor electoral no dejó de crecer enteros a pesar de que el PP perdió fuerza en las últimas elecciones autonómicas.

Mariano Rajoy era plenamente consciente de lo que representaba María y por ello le pidió en diciembre pasado ir de número dos en la lista por Madrid para las elecciones del 9 de marzo. Su negativa a aceptar ese importante puesto obligó a Rajoy a buscar una alternativa. Fue entonces cuando se lo ofreció a Manuel Pizarro.

El golpe que supuso la decisión de San Gil de dimitir de sus cargos en la dirección del partido y de su escaño como diputada en el Parlamento de Vitoria tuvo repercusiones inmediatas. Al día siguiente de hacerse pública la noticia, José Antonio Ortega Lara, el hombre que aguantó 532 días encerrado por ETA en un miserable zulo, se daba de baja en el PP.

Según reconocen fuentes oficiales de Génova, ésa ha sido la semana más dura para Rajoy y su equipo desde la derrota electoral. Algunos dirigentes, como José María Aznar, Ana Botella o Esperanza Aguirre manifestaron públicamente su disgusto por lo que estaba ocurriendo.Muchos militantes comunicaron en distintas sedes de toda España su deseo de abandonar el partido.

La explicación de San Gil para adoptar una decisión tan dramática fue su «falta de confianza» en Rajoy. En Génova, donde la directriz es no hablar mal en ningún caso de María, se critica su abandono por diversas razones. En primer lugar, se argumenta, una dirigente no puede dimitir de su cargo «alegando sólo falta de confianza».En segundo lugar, añaden las fuentes oficiales, San Gil fue desleal con Rajoy al no hacerle explícitos sus desacuerdos y al dar a conocer sus decisiones a los medios antes que al líder del partido.En tercer lugar, concluyen, Rajoy ha hecho todo lo posible para convencerla de que se quede. Un miembro de la dirección del partido y líder regional me comentó: «Rajoy se humilló ante María rogándole que no se marchara».

Estrategias de desgaste

Algunos diputados han llegado a comentar que la decisión de la presidenta del PP vasco se corresponde con una «estrategia planificada de desgaste a Rajoy tras la cual se encuentra Jaime Mayor Oreja».Otros, en una línea barriobajera, han llegado afirman que San Gil ya no es la de antes, ya que «se ha vuelto psicológicamente inestable» e insinúan que, tal vez, su desequilibrio se deba a la medicación que está tomando tras descubrírsele un cáncer. En fin, basura.

Pero, ¿qué ha ocurrido en realidad? ¿Es la marcha de San Gil un acto de frivolidad? ¿Existen razones de peso que justifiquen una ruptura de cuyas consecuencias ella era la primera en ser plenamente consciente?

San Gil, tras el 9-M, seguía contando con la confianza de Rajoy, aunque fue Angel Acebes quien más apostó por ella para formar parte del equipo de tres personas que debían elaborar la ponencia política que se discutirá en el congreso de Valencia. El hecho es que la Junta Directiva del PP acordó en su reunión del 31 de marzo nombrar como ponentes a San Gil, Alicia Sánchez Camacho (senadora y presidenta del PP de Gerona) y a José Manuel Soria (presidente del PP de Canarias y vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda del Gobierno insular).

Sin embargo, la primera reunión de los ponentes, que tuvo lugar en la sede central del PP en la calle Génova de Madrid, no se produjo hasta el 21 de abril. En ese primer contacto, los tres se repartieron los temas para, en una segunda fase, discutirlos conjuntamente. A San Gil le correspondió la parte correspondiente a la política antiterrorista y el modelo de Estado. Soria asumió Inmigración y Sánchez Camacho, Justicia.

Los problemas surgieron casi de inmediato.

El día 24 de abril, el periódico La Razón publicó la siguiente información a cuatro columnas: «Rajoy planteará en el congreso un acercamiento a los nacionalistas». Según el citado diario, Rajoy habría dado su visto bueno a una ponencia en la que el PP haría autocrítica y apuntaría a un cambio de estrategia para romper la imagen de soledad del partido y poder llegar a acuerdos con los nacionalistas, incluido el PNV.

San Gil, responsable como ya se ha dicho de esa parte de la ponencia, era totalmente ajena a esos planteamientos y pidió a Rajoy que rectificara la información. Ante las dudas del líder del PP, la presidenta del PP vasco emitió una nota de prensa en la que resaltaba: «La ponencia debería centrarse en el fortalecimiento de España y del Estado de Derecho». San Gil concluía: «No hay un cambio de actitud hacia los nacionalistas que no buscan la derrota de ETA y mantienen sus desafíos de ruptura».

Por lo tanto, ya desde esa momento (24 de abril), Rajoy era plenamente consciente de que existían dos planteamientos distintos entre los responsables de una de las ponencias clave del congreso.

Soria asumió, desde el principio, el papel de opositor a las tesis de la presidenta del PP vasco. Así, el lunes 28 de abril remitió a San Gil un texto en el que se recogían justamente los argumentos que fueron filtrados a La Razón. Básicamente, el líder del PP de Canarias hacía suyo el discurso de que el aislamiento popular era producto de su falta de cintura para llegar a acuerdos con los nacionalistas y que, por tanto, había que cambiar ese radicalismo esencial que le convertía en un partido antipático.Según explicó Soria a EL MUNDO, «no se trataba de una ponencia propiamente dicha, sino de una introducción a la misma que yo había hecho sin instrucciones previas de Rajoy».

Un día después, el 29 de abril, San Gil le remitió su texto a los otros dos miembros de la ponencia. En él se hacía hincapié en la defensa de la libertad y la derrota del terrorismo como ejes básicos de la política del PP. En uno de sus párrafos se decía que los «nacionalistas no buscan la derrota del terrorismo ni el fortalecimiento de España».

Ese mismo día, Soria le envío a San Gil un mensaje a su móvil: «María, he leído tu ponencia. ¡Arriba España!».

La broma estaba cargada de contenido político. Para Soria, como probablemente para algunos dirigentes del PP, la política que ha mantenido el partido en los últimos años contiene matices un tanto anticuados y fácilmente identificables, según su análisis, con el franquismo. La «posición inflexible» de San Gil, afirman, «es incompatible con la pretensión de hacer del PP un auténtico partido de centro reformista».

Dos contra uno

El miércoles 30 de abril se produjo una nueva reunión en la sede de Génova entre los tres ponentes. No hubo manera de llegar a un acuerdo. Así que, al final, decidieron mantener las dos ponencias, que eran esencialmente distintas. Sánchez Camacho se inclinó en esa reunión por las tesis de San Gil, así que Soria se quedó en minoría.

El jueves 1 de mayo no hubo contactos entre los ponentes, pero el día 2 Soria les envió a sus dos colegas la parte correspondiente a la política antiterrorista con algunas matizaciones.

El martes 6 de mayo, Rajoy habló por teléfono con San Gil. Le dijo que tenía pensado ir pronto al País Vasco y que no se preocupara: «Estate tranquila», le recomendó, cuando ésta le comentó su preocupación por la evolución de las discusiones en el seno de la ponencia.

El miércoles 7 de mayo, Rajoy volvió a hablar con San Gil y le mostró su sorpresa porque le habían hecho llegar las dos ponencias (la de Soria y la suya). «Tengo dos ponencias sobre la mesa y eso no puede ser, tiene que haber una sola», le comentó, como sorprendido, a la vez que le aseguró que iba a hacer todo lo posible para que hubiese un acuerdo.

El jueves 8 de mayo, el asesor ejecutivo de Rajoy, José María Lassalle, entró en acción. Lassalle ya había hablado con Soria, a quien le había manifestado la coincidencia con sus planteamientos.Pero fue el jueves cuando habló por primera vez con San Gil por teléfono para tratar de acercar posiciones.

Lassalle se comprometió con María a enviarle una nueva ponencia de consenso en la que se reflejaran sus preocupaciones. El viernes 9 de mayo, Lassalle le remitió su escrito a San Gil, en el que se mantenían algunas modificaciones a su texto original que ella consideró inadmisibles. Fue entonces cuando San Gil descolgó el teléfono y le dijo a Rajoy que no estaba dispuesta a aceptar el texto que Lassalle le proponía y que, por tanto, había decidido abandonar la ponencia.

Rajoy se comprometió con San Gil a volver a incorporar al texto de la ponencia los párrafos que habían sido eliminados y que tenían que ver básicamente con la defensa del modelo de Estado, la negativa al diálogo con los nacionalistas mientras no cambiaran de actitud y el rechazo al diálogo con ETA. El presidente del PP, muy afectado, le dijo a María: «No podemos tener diferencias en temas fundamentales».

Versión matizada

El sábado 10 fue día de descanso para los ponentes. La hija de San Gil celebró su primera comunión.

El domingo, 11 de mayo, por la mañana, Lassalle, que había suplantado por completo como interlocutor a Soria, le volvió a remitir un nuevo texto a María en el que se recogían algunas modificaciones, pero en el que se introducían ciertos matices. Por ejemplo, en un párrafo de la ponencia en el que se decía «No a la negociación con ETA», Lassalle había escrito: «No a la negociación política con ETA».

Eran las diez de la mañana del domingo 11 de mayo cuando San Gil descolgó el teléfono para hablar con el asesor de Rajoy.Mantuvieron durante 90 minutos un diálogo de sordos. Lassalle se empeñaba en mantener determinados párrafos y San Gil insistía en que el problema no eran los matices, sino el mensaje que se podía trasladar con la ponencia a los militantes del PP y al conjunto de los ciudadanos. En el fondo, María creía que había dos modelos, más allá de las palabras: uno, el suyo, que defendía la idea de España, tal y como se había venido sosteniendo durante los últimos años, y otro en el que se daba más protagonismo a las autonomías y se abría la puerta a pactos con todos los nacionalistas «no violentos».

Lassalle insistió en su conversación telefónica con San Gil en que el texto que le había remitido contaba con el respaldo expreso de Sánchez Camacho.

Por la tarde, María consiguió hablar con su compañera, quien le aseguró que Lassalle le había propuesto los cambios introducidos como si tuvieran el visto bueno de Rajoy.

Tras esa conversación, María volvió a hablar con Lassalle en un tono muy duro. El asesor de Rajoy se comprometió entonces a dejar todos los párrafos sin cambios, tal y como los había propuesto originalmente San Gil.

Pero, esa misma tarde, Soria hizo unas declaraciones a la agencia Europa Press en las que explicaba algunos extremos de la ponencia, que, por cierto, debía de presentarse públicamente a los medios dos días después. El presidente del PP de Canarias hablaba de la voluntad de llegar acuerdos con el PSOE, no sólo en materia antiterrorista, sino en otros asuntos de Estado, como la financiación autonómica o el modelo territorial.

Aznar, Mayor e Iturgaiz

San Gil consideró ese hecho como una provocación. Habló con Aznar, quien le dijo que Rajoy tenía todo el derecho del mundo a hacer su propio equipo, pero que no podía modificar principios fundamentales para el PP. La presidenta del PP vasco también habló en la noche del domingo con Mayor Oreja y con Carlos Iturgaiz, quienes le mostraron su apoyo, hiciera lo que hiciera.
A las 22 horas, San Gil hizo pública una nota de prensa en la que informaba de su decisión de «abandonar la ponencia política por diferencias de criterio fundamentales en el seno de la misma».

El lunes 12, por la mañana, María volvió a hablar con Rajoy, que le mostró su «decepción» por lo ocurrido.

El día 14 de mayo anunció que al día siguiente daría una rueda de prensa para explicar las razones de su decisión. Esa misma madrugada ETA destrozó el cuartel de la Guardia de Civil de Legutiano asesinando a Juan Manuel Piñuel.

El día 15, San Gil mantuvo su rueda de prensa, de cuyo contenido informó previamente a Rajoy. Tras condenar el atentado etarra, San Gil dijo sentirse «engañada» por la dirección del PP y habló de su «lucha de titanes» con Lassalle, que, según dijo, le discutió incluso «el concepto de nación».

Ese mismo día sostuvo una tensa reunión con Rajoy y los miembros del Grupo Parlamentario en Vitoria, donde se plasmó la profunda división del PP en el País Vasco.

El viernes 16 de mayo, María volvió a hablar por teléfono con Rajoy. Quedaron en verse discretamente en Madrid. La reunión se produjo, efectivamente, el miércoles 21 de mayo. Rajoy citó a San Gil en la cafetería del hotel Orfila, muy cerca de la sede del PP.

La charla apenas duró 45 minutos. María le dijo al líder del PP que su decisión de abandonar sus cargos era irrevocable. «¿Tienes ya a dónde ir?», le preguntó Rajoy. «No, yo no tengo la suerte de Zaplana», bromeó María. «Pues piénsatelo», le recomendó el presidente del PP.

Así terminó todo. Desde la primera reunión de la ponencia política había pasado un mes. Un mes de calvario para María San Gil, un mes en el que probablemente Rajoy no hizo todo lo que podía hacer para que se quedase. Una amiga de San Gil me comentó: «Yo creo que cuando María le dijo que se iba, a Mariano se le quitó un peso de encima».

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