Terrible.
La temporada de huracanes en el Golfo de México añade otro nombre negro: Stan, una tormenta tropical que ha afectado a El Salvador, Guatemala y, con menor fuerza, México y Honduras. La cifra de víctimas es todavía difícil de precisar aunque los últimos balances hablan de al menos 209 muertos. Los más afectados han sido los campesinos y las comunidades indígenas.
El balance provisional es el siguiente: 126 muertos en Guatemala, 62 en el Salvador, 11 en Nicaragua y 10 en el sudeste de México. Los servicios de emergencia continúan encontrando cuerpos semienterrados en los pueblos incomunicados y aunque la tormenta ya ha cesado su actividad, las fuertes lluvias prosiguen y los niveles de agua registran niveles peligrosos, con alturas de hasta 2 metros en algunas de las zonas más afectadas.
La noticia me ha dejado helado. Y es que, aún conociendo yo por experiencia la extrema pobreza de muchas áreas de América Latina, no podía imaginar que una simple tormenta tropical pudiera acabar con la vida de más de dos centenares de personas.
Y lo peor de todo es que cuando miro las situaciones en esos países, simplemente no tengo esperanza. Unas autoridades completamente entregadas a la corrupción me lo impiden.
Lo único que puedo hacer es sentir dolor, mucho dolor. Un dolor que aumenta ante la ausencia de esperanza.
Comparto tu dolor. En concreto, Guatemala me toca muy de cerca.
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