Escribo sobre el engendro estatutario catalán, y espero no hacerlo de nuevo hasta que el texto esté en el Congreso de los Diputados. Y es que sí, se aprobó. Y supongo que hay que reflexionar sobre el tema, porque el asunto desde luego no es menor.
Lo primero es que la forma en que se aprobó me parece de lo más lamentable. Después de leer la narración en el blog de Victoria Prego me quedo con la sensación de que no es serio. Resulta que los políticos catalanes, que, como todos los políticos de los países civilizados, tienen todo el tiempo del mundo para hacer su trabajo, llegan al último momento con el estatuto en paños menores; vamos, como los malos estudiantes, que se presentan en clase sin haber hecho los deberes, y tienen que hacerlos a última hora, antes de que entre el profesor, tarde y, por supuesto, mal. Pues esa es la impresión que me produce la clase política catalana, una pandilla de impresentables. ¿No podían haber hecho todas sus negociaciones durante las vacaciones? No, claro. ¿Para que cobran los impresionantes sueldos que perciben? Supongo que para montar estos espectáculos.
En segundo lugar, el estatuto catalán me parece el segundo desafío más brutal al orden constitucional, después del Plan Ibarretxe. Con el agravante de que éste está avalado por los socios catalanes del partido que nada más y nada menos gobierna España. Y es que es claramente inconstitucional. Y aún sabiéndolo a pies juntillas sus hacedores (repito, los socios del PSOE gobernante en Madrid), les ha importando un pimiento, y lo han presentado, como eso, un desafío a España.
En tercer lugar, que espero que en el Congreso de los Diputados sea rechazado o reformado en todo lo que haga falta para que sea perfectamente constitucional; y que si hubiera alguna duda, el PP presente un recurso ante el Tribunal Constitucional.
Y finalmente, que quiero creer que en el PSOE al final imperará algún tipo de cordura, y los Guerra, Ibarra, Bono y demás harán que los impresentables como Maragall y los nulos como Zapatero o entren en razón o salgan corriendo. Supongo que será así, si no por convicción, al menos por necesidad, porque de lo contrario los votantes españoles que no son ni catalanes ni vascos les pasarían factura en las siguientes elecciones por el desaguisado.
En fin, que la historia continuará en el Congreso de los Diputados. Y supongo que seguiré opinando sobre el tema, aunque la verdad es que poco me apetece.
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