Las palabras que se pueden leer en dos párrafos del artículo son auténticamente dramáticas.
Uno: "su corta experiencia jurídica, concretada en solo dos años como becario en La Caixa, junto con una pasividad e inactividad no vistas nunca en la empresa privada, han resultado intolerables para Martínez-Echevarría Abogados, desde donde se la ha requerido reiteradamente para que elevara ratios de presencia, trabajo y rendimiento a unos mínimos que no avergonzaran a sus propios compañeros de despacho".
Dos: "aunque sabíamos de su completa inexperiencia en nuestro sector a todos nos ha sorprendido su inactividad, su falta de implicación, interés y su desconocimiento más elemental del funcionamiento de una organización empresarial. Nulo resultado del que muchos veníais a comentar sorprendidos. No estamos habituados en nuestra profesión a discursos vacíos; a llenar los espacios solo con palabras sin soporte real; a unas exigencias de protagonismo tan acusadas; ni a unas formalidades de ensalzamiento personal que son inexistentes entre compañeros de profesión y, mucho más, entre compañeros de un mismo despacho".
Dramático. Pero no solamente para Rivera. Que en lo personal me importa un rábano. Sino sobre todo para España. Porque ahora está aún más claro quien fue el que se cargó un partido llamado a hacer grandes cosas en la política española. Albert Rivera. Por su vagancia, su postureo y su egocentrismo. Y se lo entregó hecho unos auténticos zorros a Inés Arrimadas. La cual no ha podido levantarlo del subsuelo en el que lo dejó este elemento. Triste y lamentable.
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