Me aburre escribir del cornudismo aceptado de la sociedad española en general y la de derechas en particular hacia la Monarquía. Pero es que, una vez más, volvemos a las andadas.
Por lo que leo Felipe VI tiene el loable propósito como hijo de intentar revitalizar la figura de su anciano padre, de capa caída desde bastante antes de la forzada abdicación, supongo que para que cuando se vaya a la tumba (que le deseo sea dentro de mucho tiempo) lo haga con todos los honores. La cuestión es que esa relación familiar la tiene él con el emérito, pero no la sociedad española, a la que el susodicho utilizó para disfrutar a todo tren de la vida, pero con un comportamiento cada vez más negligente como rey, como lo muestran, por poner dos botones de muestra, la vez que hubo que falsificar un documento oficial en la época de Felipe González (creo que un decreto ley de urgencia) que firmó posteriormente a la fecha de la ejecución porque estaba en paradero desconocido en un viaje privadísimo, así como que incluso llegó a poner en riesgo la política exterior española por el desmedido papel que le otorgó a su amante de aquella época, la archifamosa Corinna.
Pero tampoco Felipe VI está precisamente limpio. Ya antes de ser rey comenzó poniéndoles los cuernos a los monárquicos, eligiendo como esposa una izquierdista republicana de no muy morales formas de vida. Cada cual tiene derecho a casarse con quien quiera, por supuesto, pero se supone que en una institución tan dada a la tradición como la Monarquía esa tradición debería respetarse de cara a sus defensores. Pues no se respetó. Y todo quedó en que algún monárquico defensor de las exencias criticó el tema. Después silencio total y más tarde defensa de la modernidad de la Monarquía. Algún tiempo más tarde este hombre mostraría quien es cuando se comportó con una actitud totalmente chulesca con una chica que dijo que ella no había votado la Constitución, en lugar de rebatirla con argumentos legales que cualquier estudiante de primero de Derecho hubiera podido utilizar.
Y en los últimos tiempos solo ha hecho falta que Felipe VI, con ocasión del desafío independentista catalán, leyera un buen discurso gubernamental (sí, gubernamental, como todos, ya sean de Navidad, en el exterior o cualquier otro, porque son, cuando menos, previamente aprobados y corregidos en su caso por el Gobierno) para que el apoyo entre sus súbditos subiera hasta la estratosfera.
Y ahora parece que pretende usar ese buen momento personal para darle brillo a la oscurecida figura de Juan Carlos I. Debe pensar que la sociedad española es tonta. Y puede que tenga razón. Porque a nadie se le ocurre plantear el establecimiento de una república presidencialista liberal con elección directa del Presidente en doble vuelta. Es mejor tener una Monarquía con toda su pompa y sus lucecitas, a la que admirar desde abajo y sobre la que leer en las revistas del corazón. País.
Pues no,como español no deseo la restitución del prestigio del anterior rey,es más,siento nauseas pensando en la actitud de este señor durante su jefatura.
ResponderEliminarYo también pienso que su paso por la Jefatura del Estado fue negligente y prepotente (como poco).
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