Con ocasión de lo de El Chicle del presente, lo de La Manada del pasado o lo de Juana Rivas más del pasado aún, entre otros muchos casos, se llega siempre a la misma cuestión, la de los llamados juicios paralelos en internet, que empiezan porque los periódicos (o las emisoras de televisión) ofrecen un montón de detalles de la instrucción del caso para que posteriormente el personal de a pie opine sobre los mismos en las redes sociales, colgando la etiqueta de culpable o inocente muchas veces más por preferencias ideológicas que ateniéndose a los hechos que se opinan.
Pero la cuestión es que, guste o no guste (gustos hay de todos los tipos, así que dependerá del caso, de la opinión, etc.), lo que son esos juicios paralelos es un simple ejercicio de libertad. Un peridista, basándose en su libertad, escribe unos hechos; un individuo, basándose también en su libertad, opina sobre esos hechos; otro sujeto, basándose igualmente en su libertad, le responde; y la cadena sigue, basándose todos del mismo modo en su libertad.
Y lo anterior no implica que los jueces se tengan que sentir presionados a emitir un veredicto en una determinada dirección. En el sueldo les entra ser independientes y no ceder a ninguna presión.
Y es que, repito, cuando hablamos de juicios paralelos en internet de lo único que estamos hablando, nos guste o no el veredicto, es de una cosa: de la libertad individual.
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