Progresistas, feministas, homosexuales. Todos ellos fueron perseguidos en el pasado. Todos ellos se han convertido en perseguidores en el presente. Es increíble como personas que sufrieron la persecución por sus ideas, en el presente persiguen por sus ideas a los que no las comparten.
Hoy la ideología progre campa por don quiere, y pobre del que ose declararse conservador en mayor o menor grado. Lo menos que le pasará es ser tachado de fascista.
El feminismo ha tomado las calles, como si la igualdad de derechos implicara también la obligatoriedad de esa igualdad en todos los ámbitos, hasta en el de la vida privada. Y cuando alguien apela a la libertad (del hombre y de la mujer) para aceptar o rechazar cualquier papel asignado a la mujer por el feminismo... pobre de ese alguien.
Pero tal vez el ejemplo más dramático es el del homosexualismo. Nadie cuestiona su libertad para ser homosexuales, pero sí defendemos nuestros derechos a expresar opiniones morales y de preferencia en lo que es mejor para la sociedad. Opiniones que, por supuesto, intentan ser acalladas desde todos los ámbitos homosexuales.
No están en cuestionamiento las libertades para sus prácticas y opiniones, sino las nuestras para expresarnos. Y al paso que vamos al final tendremos que enfrentarnos a castigos penales... tan solo por expresar opiniones.
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