Corren malos tiempos para la política estadounidense.
De mala manera (de muy mala manera) nos hemos enterado de que el Partido Demócrata favoreció descaradamente a Hillary Clinton en detrimento de su rival en las primarias, Bernie Sanders, a quien intentó desacreditar con malas artes. Incalificable.
Y nos hemos enterado nada más y nada menos que a través de lo que todo apunta que ha sido un ataque cibernético desde la Rusia de Putin. Si así están de seguros los secretos en Estados Unidos para que no caígan en manos de sus enemigos, apaga y vámonos.
Y, por último, Donald Trump, en otra de sus trumpadas a las que ya nos vamos acostumbrando, ha dejado caer que sería bueno que Rusia siguiera aireando secretos de la candidata demócrata, con todo lo que implica que un candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos desee que tenga éxito el espionaje hacia Estados Unidos de una potencia enemiga. ¿Qué decir? Que este tipo es majadero hasta dejárselo de sobra, como poco.
Así están las cosas hoy por hoy en Estados Unidos. Lo dicho, malos tiempos. Y, gane quien gana el 8 de noviembre, me temo que van a durar al menos cuatro años.
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