Cuando aún resuenan los ecos del atentado en Niza, hace únicamente una semana, ya tenemos otro atentado más, esta vez en Munich, con nueve asesinados y varios heridos de gravedad.
Las palabras se acaban, las condenas (necesarias, sin duda) pierden el sentido por lo repetitivo. Otra ves más han ganado una batalla. El último disparo, el del suicidio del asesino, muestra la impotencia de una sociedad, la nuestra, que no sabe que hacer ante un nuevo terrorismo, el que muere matando una y otra vez. Lo único que nos queda es volver a sentir el mismo dolor que en las veces anteriores. Y pensar antes de hablar. O, en mi caso, de seguir escribiendo. Porque de lo contrario pueden salir palabras de las que uno luego se arrepienta. Es lo que me pasa ahora mismo.
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