En los cuatro días pasados he centrado mis artículos básicamente en los acontecimientos de estos mismos cuatro días de hace un año. El mayor atentado terrorista de la historia de España (con los conocidos asesinados y los desconocidos asesinos), la ignominiosa jornada de reflexión (con la manipulación, las mentiras, los acosos, etc.) y las elecciones generales (con la ciudadanía votando bajo total presión y el resultado conocido).
De aquellos trágicos días tenemos lo que tenemos, es decir, un Gobierno que ganó unas elecciones a la sombra de 192 asesinados. Los resultados los estamos viendo poco a poco. Misteriosos suicidios, tramas sin investigar en la posterior investigación, descuidos inexplicables de los servicios secretos españoles, comisiones de investigación que no investigan.
Todo ello hace que el clima de la política española quede completamente enrarecido. Me recuerda al clima imperante en los días en que presidía el Gobierno Felipe González, cuando el fantasma de los GAL y el terrorismo de estado se paseaba por La Moncloa. Hoy es otro fantasma, aunque muy parecido al anterior, el que se pasea por el Palacio de Gobierno de España, donde habita Rodríguez Zapatero, el fantasma de que no se hizo todo lo que pudo hacerse para evitar la masacre del 11-M con el objetivo de derribar al Gobierno del PP. ¿Es real o es ficticio ese fantasma? No lo sé. Pero la duda corroe la política española y envilece al actual gobierno socialista de Zapatero; y sobre todo una duda para la que no se hace el menor esfuerzo para que sea despejada, lo que hace que el fantasma cobre mayor realidad.
Me pregunto cuando podremos pasar página de las consecuencias políticas del terrible atentado. Y solo se me ocurren dos cosas, la cuales deben suceder para que podamos superar en el día a día aquel fatídico día.
Por un lado, la Justicia debe investigar hasta las últimas consecuencias los autores, los colaboradores y los no investigadores de aquel atentado. Es decir, hasta que no asistamos al juicio oral por los asesinatos, no podremos despejar la duda de que es lo que pasó. Y veremos si entonces, porque sabida es que la independencia judicial no es precisamente una virtud en España.
Por otro lado, cuando los españoles puedan volver a las urnas en unas nuevas elecciones generales, celebradas sin ningún tipo de presión, y después de conocerse toda la verdad, estaremos ante un resultado electoral sin ningún tipo de manipulación.
Mientras tanto, en resumen, lo que tenemos en España es un Gobierno presuntamente inocente, o, lo que es lo mismo, presuntamente culpable. Es decir, un Gobierno bajo sospecha, al que hay que aceptar como legítimo porque fue elegido democráticamente, pero al que es imposible de respetar a causa de la forma en que fue elegido y de las sospechas que pesan sobre él.
Esperemos, por lo tanto, que no tarden demasiado tiempo en celebrarse el juicio oral contra los acusados por la matanza del 11-M y unas nuevas elecciones generales. Será la única forma de pasar página de las consecuencias de aquel espantoso día.
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