En algunos momentos de la contienda entre Barack Obama y Hillary Clinton por la nominación del Partido Demócrata algunos pesos pesados de dicho partido propusieron que Obama renunciara a ganar la candidatura a cambio de que Hillary lo llevara como candidato a Vicepresidente. Fue lo que se dio en llamar el dream team, ese equipo de ensueño que según muchos hubiera ganado de calle las elecciones presidenciales estadounidenses, dado el gran apoyo que tiene Hillary entre la clase media y el gran tirón de Obama entre los negros.
Después de aquello, y una vez que Obama no aceptó la renuncia, y al final ganó la candidatura demócrata, se habló de otro dream team, ahora con Obama como candidato a la Presidencia y Hillary como acompañante; un dream team un poco devaluado, eso sí, porque el que todos daban como ganador era el otro, debido a que el enorme tirón de la candidata ya no sería el mismo al ir de número dos.
Al final ni lo uno ni lo otro. Hace ya unos días Barack Obama anunció su acompañante, que no será Hillary Clinton, para que no le haga sombra con la personalidad y ambición de esta mujer, sino el senador Joseph Biden, de quien dicen que es un experto en política internacional y en los movimientos en Washington, áreas donde Obama se muestra bastante débil.
En fin, que ese dream team político quedó en nada.
Por su parte, John McCain ha elegido candidato a la Vicepresidencia; mejor dicho, candidata, porque es Sarah Palin, Gobernadora del Estado de Alaska, de 44 años de edad, lo que ha constituido una auténtica sorpresa; y es que con dicha elección McCain pretende quitarle votos a Obama que hubieran ido en el saco de Hillary.
Vamos, que la elección presidencial estadounidense sigue totalmente en el alero entre Obama y McCain. Lo que prometía ser un paseo triunfal de Obama no lo va a ser tanto. Y la contienda electoral en Estados Unidos sigue estando emocionantemente abierta.
Prefiero el modelo familiar de los Clinton: aborto en casos de deformaciones del feto e implementación de métodos anticonceptivos en los adolescentes. La vorágine reproductora de los Palin no me gusta. Es respetable, pero no me gusta.
ResponderEliminarNo sé yo si al final Miss Alaska le va quitar muchos votos a Hilaria...
ResponderEliminarOctopus: Si cada uno tiene derecho a hacer lo que quiera con su cuerpo, ¿por qué no puedes aceptar que Palin quiera tener a su hijo aunque sea síndrome de Down (eso es una muestra de amor verdadero, le va a querer igual que si fuera "normal") ni tampoco que su hija quiera a su vez concebir a su hijo. Una cosa es que se pueda abortar en ciertos supuestos y otra cosa es que se obligue a abortar. Eso dejémoslo para los salvajes chinos.
República Rojigualda, de lo que yo he dicho, ¿de dónde se colige "que no pueda aceptar" que Palin o su hija no quieran abortar? Acepto que hagan lo que les venga en gana. ¡Sólo faltaba! En realidad son ellos, los provida, quienes no suelen aceptar que los demás hagan un tanto de lo mismo y aborten si así lo desean. Enseguida te echan encima a su amado Estado y sus cuerpos y fuerzas de seguridad...
ResponderEliminar"Prefiero el modelo familiar de los Clinton: aborto en casos de deformaciones del feto e implementación de métodos anticonceptivos en los adolescentes."
ResponderEliminarDe ahí deduzco que cuando haya un niño con malformaciones, la solución es el aborto. En cuanto a los métodos anticonceptivos, no me queda claro si son a priori o a posteriori...
Por lo demás, tienes razón, los provida son unos maniáticos, que se llevan las manos a la cabeza cuando tiran los restos de los fetos triturados a la basura en bolsas de plástico o cuando el gobierno quiere considerar a los fetos de hasta 7 meses "residuos sanitarios", como si fueran compresas o jeringuillas usadas.
Ahora sí, ahora "deduces" lo que he expresado explícita y categóricamente. Bien.
ResponderEliminarLo que me ha molestado es que te hayas inventado eso de que no pueda aceptar que Palin y su hija tengan lo que les apetezca. Yo soy liberal.
Sobre los restos triturados de fetos, lo lógico sería incinerarlos. Tirarlos a la basura queda feo con independencia del material del envase que los contenga.