Uno. Ha quedado completamente claro que, además de económica y militar, Estados Unidos es, también, deportivamente la única potencia del mundo. Punto.
Dos. Ha sido evidente el total fracaso en materia deportiva del sistema comunista chino. Con más de mil trescientos millones de habitantes han conseguido poco más de la mitad de medallas que Estados Unidos, que solamente tiene los trescientos millones (vamos, mil millones menos), quedando en tercer lugar, por detrás de Gran Bretaña.
Tres. La actuación española, sin llegar a ser brillante, si cabe calificarla como muy destacable, quedando en un meritorio decimocuarto lugar, con siete medallas de oro, cuatro de plata y seis de bronce. Es casi la mejor plaza desde la celebración de los Juegos Olimpicos en Barcelona, en 1992 (en los Juegos de 1996 España ocupó el decimotercer lugar, con el mismo número de medallas, pero se conquistaron dos medallas de oro menos). Lo dicho, España muy bien, con la que puede calificarse de su segunda mejor participación de todos los tiempos.
Cuatro. Los experimentos en casa y con gaseosa. Una cosa es el Mundial de Fútbol y otra los Juegos Olímpicos. Mejor no volver a dar los Juegos a un país en vías de desarrollo. La desastrosa experiencia de Brasil (sumada a la de Grecia) es más que suficiente.
Cinco. Y se acabó. Ahora faltan cuatro años para la siguiente cita olímpica, que será la de Tokio'2020.
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