Parece que el hombre, a semejanza de los reyes de la antigüedad, pensaba que eso de trabajar era para los demás.
Dos ejemplos.
Uno: Voy a temas como que "al rey Juan Carlos se le conocen amoríos, negocios, amigos de moral extraviada, vida muelle, deportes caros y lujosos, cacerías lejanas, cruceros de placer, temporadas de indolencia, una vida bulliciosa de alterne con la jet más frívola y ociosa... un dolce far niente con demasiadas ausencias de su casa, de su jefatura del Estado, de sus conciudadanos". Su respuesta no es negar, asiente.
Dos: Pero la relación empezó a tener consecuencias políticas y se convirtió en un serio conflicto cuando el rey desapareció del mapa. Fue el expresidente socialista Felipe González, quien el 18 de junio de 1992 a la pregunta de un periodista sobre el nombramiento del ministro que sustituiría en Asuntos Exteriores a Francisco Fernández Ordóñez, tras la renuncia de este el 2 de junio de 1992, apenas dos meses antes de su fallecimiento, quien levantó las sospechas: "No he podido hacerlo porque el rey no está". Pero don Juan Carlos no tenía ningún viaje previsto en la agenda oficial. ... Días después, el diario El Mundo, dirigido entonces por Pedro J. Ramírez, publicaba que, como consecuencia de la escapada, se había incurrido en un presunto delito de falsificación de documento público. Según se reflejó en el BOE el rey había firmado una ley en Madrid (la sanción real de la ley de creación de la Universidad de La Rioja) el día que estuvo en Suiza (el 18 de junio). "O el lugar es falso, o la fecha es falsa o la firma es falsa", señalaba El Mundo. Y además advertía de que, aunque el rey no está sujeto a responsabilidad según la Constitución, el presunto delito se correspondía, atendiendo al Código Penal, con una pena de entre 6 y 12 años de prisión mayor.
Pues bien (o mal, muy mal) este fulano fue Jefe de Estado de España durante casi 39 años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Después de siete días de la publicación de un artículo todos los comentarios necesitan aprobación.