Cualquiera, incluido un periodista, puede equivocarse, por supuesto. Pero una vez, no tres de una tacada en el mismo asunto, insistiendo en un estúpido sostenella y no enmedalla. Pero vamos por partes.
Lo menos importante (con serlo, y mucho) es que el sujeto en cuestión, el padre de Nadia, reconoció que había mentido ("exagerado" dijo él), y que nunca hubo operaciones en Houston (que era para las que recaudaba el dinero) sino visitas a curanderos. A partir de ahí todo ha caído como un castillo de naípes. Ni dream team secreto de médicos, ni operación para resetear el cerebro, ni otras fabulaciones. Pero el tipo siguió mintiendo, una y otra vez. Que si iba a comparecer en un programa, que si iba a convocar una rueda de prensa. Nada de nada. De lo único que hay que alegrarse es que todo apunta a que este elemento no se va a ir de rositas, ya que la Justicia le ha bloqueado el dinero en el banco, está investigando todo el asunto, y como parte de dicha investigación le ha detenido a él y a la madre de la niña. Y espero que todo eso sirva, por vía judicial, para que los donantes que lo reclamen recuperen su dinero.
Pero lo más importante ha sido la base sobre la que se edificó la primera mentira (en esta última étapa). Fue el archifamoso artículo de Pedro Simón en El Mundo. A partir de ahí muchos programas de televisión dieron por ciertos los datos y le facilitaron al padre de la niña que siguiera con su estafa, que se convirtó en masiva. Pero un error es comprensible, tanto en Pedro Simón como en cualqueira. Lo que no es comprensible es que, como ya he mencionado en este blog, cuando ya había indicios más que creíbles sobre la falsedad, él escriba un artículo en el que, sin mencionar el tema (el cual queda claro para todo el que lo conocía), va de sobrao, hablando incluso de cierres de periódicos y demás, al parecer por culpa, al menos en parte, del intrusismo (el cual menciona, en medio de una mezcolanza casi indigerible). Pues no fue el intrusismo el que le dejó con las posaderas al aire, sino un artículo en El País. Y tras el mismo escribió una lamentable media disculpa, en la que incluso adjuntaba una foto de un documento presuntamente de un pago a un cirujano, que no era más que una autotransferencia (desmonatada, además de por El País de nuevo, finalmente por el mismo estafador, cuando ha reconocido que no iba a cirujanos, sino a curanderos) y decía que El Mundo tenía documentación de que Nadia había recibido tratamiento en, entre otros lugares, "Houston o París" (¿cómo es posible que, cuando la estafa está ya en todos lados, se atreva a decir eso sin aportar prueba alguna?). Hasta dónde habrá llegado el desatino de este periodista que ha sido un editorial (supongo que escrito por el director) el que ha tenido que poner las cosas en su sitio. Acepta el error y pide disculpas por el mismo, aunque remarca, muy acertadamente, que parte de la culpa de ese error es que el padre de Nadia tenía un crédito que venía de lejos (efectivamente, si buscamos en Google encontramos ferefencias al tema por lo menos desde 2012, y en medios creíbles que no son El Mundo).
Resumiendo, la mentira de este elememto (el padre de la niña) venía de lejos y por eso Pedro Simón, el pediodista de El Mundo, bajó la guardia. Nada condenable. Pero su inmenso error fue no reconocerlo humildemente, sino, cuando ya era evidente, persistir en ese mismo error ¡hasta dos veces más! Y es que el estafador edificó, miserablemente, dicha estafa con mentira sobre mentira, y el periodista, negligentemente, la apoyó, incluso cuando ya se sabía, con mal periodismo sobre mal periodismo.
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