Ni la protagonista ni la periodista se cortan un pelo al relatar lo sucedido, utilizando a conciencia los términos más explícitos que pueden. Por eso me llama la atención las evidentes lagunas que hay en el relato. Está claro que fue una relación de dominio, en la que fue controlada y usada por un maniaco sexual. ¿Pero por qué siguió con dicha relación enfermiza, cuando desde el principio se anticipaba perfectamente hacia donde el sujeto quería que fuera? ¿Por qué, como dice al auto judicial, no usó los recursos que la podían ayudar a no entrar en esa situación, o a sacarla cuando ya estuvo dentro? Hay muchas cosas que no me cuadran. Y eso que en estos casos siempre tiendo a ponerme de parte de la mujer. Pero de ahí a creer todo a pies juntillas, sin usar el sentido común, hay un trecho.
¿Por qué traigo esto aquí? Porque se está yendo en una línea que trata de equiparar la manipulación psicológica con la violación. Y no son lo mismo. ¿Es condenable la manipulación psicológica? Desde un punto de vista moral, incluso social, por supuesto. Pero aplicar esa misma condena al ámbito judicial es muy díficil, por no decir imposible. Y de querer hacerlo se va a entrar en un escenario en el que el acusado queda prácticamente indefenso ante las acusaciones, que no se van a basar en hecho físicos, sino en actitudes mentales.
Volvemos a lo mismo de siempre, a lo que he dicho en este blog una y mil veces, la última cuando escribí el texto Es mentira, estás sola. Hay medidas de autoprotección que se ignoran, normas morales que se quebrantan, relaciones viciadas que se comienzan. Y luego pasa lo que pasa.
Y no, no estoy justificando absolutamente nada. Me da pena lo que pasó esa chica. Pero ello fue totalmente evitable, alejándose por completo del sujeto desde el mismo momento en que apareció en el panorama los perversos deseos que él tenía (que todo apunta a que fue mucho antes de que los llevara a la práctica). Podría seguir argumentando, pero tampoco me apetece hacerlo a favor de un pervertido sexual. Tan solo quiero decir que a esos despreciables seres hay que mantenerlos muy a distancia. Y claro, menos aún lo que hay que hacer, por activa o por pasiva, es entrar en sus degenerados juegos. Si se hace se corre un serio riesgo de caer en su manipulación... que, nos guste o no, no es lo mismo que violación.
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