Sinceramente, me estoy divirtiendo de lo lindo viendo esta guerra entre malos y malos con malos en el medio. Una guerra que demuestra una vez más la veracidad del dicho de que la política hace extraños compañeros de cama. Y es que en principio el comunista Putin debería estar más cerca del izquierdista Obama que del derechista Trump. Pero no es así. Es enemigo declarado del primero y amigo secreto (aunque no tan secreto ya, claro) del segundo. Y el de la KGB le intentó hacer un favor (y lo consiguió, vamos) en las pasadas elecciones estadounidenses. Pero los demócratas no han olvidado el asunto, por supuesto, y desde antes que el magnate mangante llegue a la Casa Blanca ya le están intentado poner todas la piedras posibles en el camino.
Porque las sanciones contra Rusia por la piratería informática a favor de Trump no pueden ir, evidentemente, contra dicho país en un Gobierno, el de Obama, al que le quedan de vida únicamente tres semanas. Van contra el mentado Trump. Y es que una vez puestas en marcha esas sanciones le va a resultar muy complicado al multimillonario levantarlas cuando llegue a la Casa Blanca sin que le acusen con total credibilidad de ser prorruso, así como de estar pagando una parte del peaje por haberse beneficiado de la mentada piratería.
Mal se le van a poner las cosas desde el principio a Donald Trump. Y tampoco sería yo quien lamentara que al final se viera obligado, por este asunto o por cualquier otro (le pueden explotar tantos), a dimitir o le pusieran en la calle vía impeachment. Al fin y al cabo el Vicepresidente, Mike Pence, sería muchísimo mejor Presidente que este sujeto (aún recuerdo cuando mi hijo me dijo que no entendía como alguien tan honorable como Pence había aceptado ir de segundo de alguien tan despreciable como Trump).
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