Como español viviendo en Estados Unidos me interesan mucho las relaciones que mantengan ambos países. Y desgraciadamente no hay ningún motivo para la alegría. Tanto Aznar como Zapatero se han equivocado en el desarrollo de dichas relaciones, uno mucho y el otro más aún.
Remontándonos a la famosa guerra de Estados Unidos contra el Iraq de Saddam Hussein, he de decir, sinceramente, que personalmente, a pesar de hacerlo con muchas dudas, estuve a favor de dicha intervención militar; la causa de ello fue que creí que Saddam Hussein era un peligro para la humanidad, semejante al que pudo suponer en su día (salvando las diferencias) Hitler. En aquel caso hubiera sido preferible bajar del poder a Hitler antes de que provocara una guerra mundial, y en el presente era deseable no dejar que Saddam se pudiera armar hasta el punto de provocar un serio disgusto a nivel de armas de destrucción masiva. ¿Fue la información falsa? Posiblemente. Pero sigo pensando que Saddam era un verdadero peligro para la paz mundial.
Ahora bien, que Aznar mantuviera esa misma posición lo consideré y lo considero un grave error. Una cosa es lo que yo, español viviendo en Estados Unidos, opine, y otra cosa lo que deba hacer el Presidente del Gobierno de España, elegido democráticamente. Porque esa palabra, democráticamente, es la clave. Aznar se debía al pueblo que le eligió, y ese pueblo le exigía que no apoyara la guerra de Estados Unidos contra Iraq. Hubiera sido preferible, a mi modo de ver, seguir una política de neutralidad, semejante a la practicada por el Gobierno de Chile, que Bush hubiera entendido perfectamente, una vez que se le hubiera explicado el sentimiento mayoritario del pueblo español.
Por más que Aznar dijera que él no gobernaba con las encuestas, hacerlo contra la voluntad del pueblo que le votó entrañaba graves riesgos. Esos riesgos los consiguió evadir en las elecciones municipales y autonómicas, pero le alcanzaron de lleno, con la brutal ayuda de los terroristas, en las elecciones generales. Muchos han dicho que sin los atentados, el Partido Popular hubiera ganado las elecciones a pesar del pasado apoyo guerrero a Estados Unidos. Cierto. Pero es igualmente cierto que sin ese apoyo a Bush y su intervención militar, también el PP hubiera ganado las elecciones incluso con atentados. Las dos cosas, apoyo a la guerra de Estados Unidos contra Iraq y atentando, dieron la suma que hizo que el PP perdiera las elecciones.
Entiendo y valoro que Aznar intentó llevar a España a cotas jamás conseguidas antes en política exterior, como sería (y fue) ser el aliado preferencial mundial número dos de Estados Unidos, por detrás únicamente de Gran Bretaña. Pero la realidad histórica electoral demuestra que se equivocó, porque no se puede implicar a todo un pueblo en una visión estratégica contra su voluntad, por más que esa visión sea positiva a medio y largo plazo.
Y desde entonces hasta ahora los errores de Aznar en su política de apoyo casi incuestionable a Estados Unidos han sido superados ampliamente por su sucesor, Zapatero, pero en el sentido contrario. Si ya lamentables fueron los gestos antiestadounidenses de Zapatero en la oposición y durante la campaña electoral, probablemente aquello hubiera quedado en el olvido de la palabrería y gesticulación de la oposición. Pero se siguió, y peor, cuando se llegó al Gobierno. Zapatero pudo perfectamente haber mantenido las tropas españolas en Iraq, bajo la decisión del Consejo de Seguridad de la ONU. Pero en vez de ello prefirió hacer una apresurada deserción de nuestro ejército, que evidentemente desagradó profundamente a Estados Unidos. Más tarde sería la llamada a la deserción masiva, que ya no desagradó, sino que enfureció a los estadounidenses. La apuesta de Zapatero por Kerry fue la guinda de la tarta en este cúmulo de errores, sobre todo cuando venció claramente Bush.
A partir de ese momento, ante una política de hechos consumados contraria a sus deseos, el Gobierno de España ha seguido una política de palabras y gestos de acercamiento a Estados Unidos que personalmente considero extremadamente humillante en casi todos los casos, sobre todos por los clarísimos y públicos desplantes de Bush y su Gobierno.
Pero es que esas palabras y gestos no han ido acompañados de hechos, que, recordemos, es lo que cuenta en política exterior. España ha decidido acercarse a todo el bloque antiestadounidense latinoamericano (Cuba, Venezuela, ahora Bolivia); es muy libre de hacerlo; pero es igualmente libre Estados Unidos de por ello alejarse de los españoles. El último episodio de la venta por parte de España de material bélico con tecnología estadounidense incorporada a Venezuela es relevante. Estados Unidos vetó la operación, y dejó claro que lo hacía por razones políticas, dejando en evidencia al Gobierno de España, que afirmaba que no.
La esquizofrenia en política exterior del Ministro de Defensa, José Bono, es muy llamativa y ejemplificadora de lo que está pasando. De pretender ser el miembro del Consejo de Ministros de España amigo de los estadounidenses, ha pasado a convertirse en el gran aliado del venezolano Hugo Chávez. Y esa misma política, de querer ser aliados de Estados Unidos y de sus enemigos, es la que preside el Gobierno de Zapatero. Simplemente los norteamericanos jamás permitirán ese doble juego. Ignorarán las palabras y valorarán los hechos. Y actuarán en consecuencia.
Por ello hoy España es un Gobierno y, lo que es peor, un país ignorado por Estados Unidos. Esperemos que ello se limite a los costos, ya de por sí muy altos, de la ruptura en la lucha antiterrorista y la pérdida de contratos americanos (en Iraq, por ejemplo). Porque si, y ojalá no ocurra, España tuviera un serio conflicto fronterizo con su potencial enemigo, Marruecos, Estados Unidos no me cabe la menor duda que miraría para otro lado. Y, dicho sea de paso, lo mismo haría Francia (en brazos de quien se ha echado España incondicionalmente), con lo que estaríamos solos.
Así están las cosas entre España y Estados Unidos. No mal, sino muy mal. Y con el explícito apoyo de España al boliviano Evo Morales, declarado enemigo de Estados Unidos, todo apunta a que se van a poner peor.
Cada Gobierno es muy libre de escoger sus amigos. Por ello el de España puede elegir Cuba, Venezuela y Bolivia. Y también por ello el de Estados Unidos puede rechazar la amistad de España. Pero cada Gobierno también está obligado a cosechar las consecuencias de sus decisiones, sean buenas o malas. No creo que para Estados Unidos rechazar a España implique ningún problema. En cambio, me temo que España deberá padecer las muy negativas consecuencias de haber elegido la amistad de los enemigos de Estados Unidos.
Publicado originalmente el 6/2/2006 en la sección Desde América en el Club Lorem Ipsum.
De acuerdo en muchas cosas, pero no opino igual en otras.
ResponderEliminarFundamentalmente en utilizar la "votocracia" para criticar al politica exterior de aznar. Se pueden tener muchas otras razones. Ah! y las elecciones las perdio Rajoy ;-)
Saludos
paco