Hace un año escribí estas palabras:
Por lo tanto, la realidad es que la política de Iraq está ya en manos de los políticos elegidos por los ciudadanos iraquíes. No será, sin duda, un camino fácil. Solo de ellos depende que sea un camino posible, y que el final de ese camino no sea una guerra civil, sino una convivencia pacífica y democrática.
Intentaba yo ser positivo, pero desgraciadamente siempre la realidad acaba imponiéndose. Y esa realidad, tristemente, nos depara titulares como éste:
El presidente de Irak advierte del riesgo de una guerra civil tras los ataques a mezquitas
y este otro:
La 'guerra de las mezquitas' deja ya más de cien muertos y paraliza el diálogo para formar gobierno
La indeseable realidad es que Iraq está cada vez más cerca de la guerra civil que de la convivencia pacífica y democrática. Los iraquíes se ven abocados en una gran parte a una división trágica, por un lado el terrorismo suní y por el otro lado el fanatismo chií. Indudablemente lo primero es terrible, pero lo segundo, siendo menos malo, tampoco es nada deseable.
Tiempo habrá de sacar conclusiones, dependiendo de hacia qué lado vaya dirigiéndose la cosa. Pero a día de hoy las expectativas del experimento democrático iraquí no son muy positivas que digamos. Como hace un año, les sigo deseando lo mejor; pero a diferencia de entonces, ahora me temo lo peor.
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