Publicado en Desde Sefarad.
La pasada semana se conmemoró el 60 aniversario de la liberación del más espantoso de los campos de exterminio nazis, el de Auschwitz-Birkenau, que tuvo lugar el día 27 de Enero de 1945. Aunque no hay registros oficiales, se calcula que allí fueron asesinados, fría y metódicamente, más de un millón de judíos. El total de judíos asesinados durante el Holocausto eleva la cifra a unos 6 millones.
Estas cifras son sencillamente espantosas. Pero es también espantoso lo que las produjo: El antisemitismo en Europa. Un antisemitismo que poco a poco va apareciendo de nuevo. La memoria histórica se va perdiendo, el sentimiento de culpabilidad va desapareciendo ("yo no lo hice"), los extremistas están volviendo a cargar contra el "enemigo judío". Y, sobre todo, la sociedad en general opta por no hacer nada, porque el problema no es de ellos.
Es así como acciones antijudías, ya tenidas como cosa del pasado, se están perpetrando en el presente en países europeos como Francia, Gran Bretaña, España, Alemania, Bélgica, Holanda, Suiza, Rusia o Bielorrusia, por poner algunos ejemplos.
El antisemitismo europeo no estaba muerto, como pensábamos. Solamente estuvo dormido por alrededor de medio siglo. Y hoy en día está despertando.
Las palabras que Silvan Shalom, Ministro de Asuntos Exteriores de Israel, pronunció en la sesión especial de la ONU deben resonar con toda su fuerza:
¿Quién hubiera podido imaginar que menos de 60 años después de Auschwitz y Bergen-Belsen, el pueblo judío e Israel serían blanco de ataques antisemitas, incluso en países que conocieron las atrocidades nazis?
Es responsabilidad de los Gobiernos en particular y de todos en general hacer frente al antisemitismo en Europa. De lo contrario, las consecuencias pueden ser terribles.
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