Los terroristas han actuado de nuevo en Londres, aunque ahora es motivo de alegría que al menos no ha habido ni muertos ni heridos. Todo apunta a la casi absoluta seguridad de que nuevamente quienes están detrás de este llamado terrorismo internacional son fanáticos islamistas.
En un principio había pensado titular este texto Choque entre civilizaciones, contraponiéndolo así a la famosa Alianza entre civilizaciones de nuestro Zapatero. Pero creo que no sería correcto el título. Porque no hablamos de dos civilizaciones iguales, sino de una, la occidental, que en general respeta la libertad y funciona de forma democrática, y de otro grupo de países, que no sé si merecen el calificativo de civilización, porque se comportan de una forma muy incivilizada, despreciando en casi todos los sentidos la libertad y funcionando con sistemas totalmente autoritarios, en su mayoría basados en su religión.
Puestas así las cosas, lo que estamos presenciando está muy lejos de la Alianza de las civilizaciones promovida por Zapatero, sino que es el continuo choque de la religión islámica con la libertad y la democracia, que se muestra claramente en sus elementos más fanáticos en modo de atentados suicidas. Y hemos de recordar que no solamente han sucedido estos atentados en Estados Unidos, España (aunque aquí no fueran suicidas, pero sí fanáticos) y Gran Bretaña, sino que suceden en Israel y casi a diario, con saldos de decenas de muertos, en Iraq.
Pero es que los atentados son solamente la punta de un iceberg de intolerancia y fanatismo que son enseñados en muchas de las escuelas religiosas islámicas a lo largo y ancho de todo el mundo musulmán, mientras que en los países occidentales se les enseña a los niños y jóvenes la libertad y el respeto.
Ahora bien, el choque se hace también patente en los valores occidentales e islamistas en torno a la libertad. Si hablamos de libertad religiosa, que es el punto más claro, tenemos que mientras los musulmanes son totalmente libres de creer y practicar su religión el los países occidentales (mayoritariamente cristianos), los cristianos no gozan de los mismos privilegios en los países musulmanes, sino que en su mayoría son perseguidos y reprimidos. Y si hablamos de cambio de religión, la cosa queda, si cabe, aún más patente. ¿Cuál es el problema de cualquier cristiano para hacerse musulmán en un país occidental? Aparte de alguna crítica de amigos y familiares (legitima en su libertad de opinión), ninguno. Pero, ¡ay del musulmán que se atreva a hacerse cristiano en un país musulmán! En el mejor de los casos, quedará condenado al ostracismo social, y en el peor de los casos (muchos reales) perderá la vida.
El choque se hace visible igualmente en el sistema de gobierno. Los países islámicos, salvo unas pocas excepciones, se rigen por sistema autoritarios ligados a su religión, ignorando completamente la decisión del pueblo de elegir a sus gobernantes. Estás totalmente alejados de la democracia occidental.
Los sistemas de valores son totalmente opuestos, como puede verse en La declaración de los Derechos Humanos en el Islam, de corte impositivo y religioso, frente a la Declaración Universal de los Derechos humanos, de corte liberal y no religioso.
Otro apunte es que mientras que un valor occidental destacado es la paz, para el musulmán la guerra es casi normal. El valor de la vida es igualmente contrario en Occidente (el valor primordial) y el Islam (la vida no vale casi nada en sus países).
No podemos hacernos la más mínima ilusión ante un grupo de personas que han sido enseñadas en el fanatismo y la intolerancia, dentro de una cultura de guerra y violencia, sin el más mínimo respeto a la vida.
El choque del Islam con la libertad y la democracia está servido. Un choque del que me temo, y deseo con todo mi corazón equivocarme, no hemos visto con los atentados en Estados Unidos, España y Gran Bretaña sino solo el principio. Porque tienen un ejército de locos fanáticos, incluso dentro de nuestros países, dispuestos a literalmente morir, como ya lo han demostrado.
¿Podemos enfrentar el reto? Por supuesto que sí. Pero no será desde concesiones a la española, desde estúpidas alianzas de civilizaciones, o desde ideológicos mares de injusticia infinita. Será desde la toma de decisiones enérgicas consensuadas por los gobiernos (que incluyan a ser posible a los partidos mayoritarios de la oposición), decisiones que en muchas ocasiones habrán de ser difíciles e incluso impopulares (aunque probablemente no mucho), pero que tendrán que ser tomadas si no queremos que Estados Unidos y, sobre todo, la Unión Europea se acaben convirtiendo en campos de batalla del terrorismo islámico, que ponga contra las cuerdas los valores que ataca, es decir, la libertad y la democracia.
Es hora de llamar a las cosas por su nombre. Y de obrar en consecuencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Después de siete días de la publicación de un artículo todos los comentarios necesitan aprobación.