En estos días he vuelto a ver las imágenes del 23-F. A diferencia de elentir yo sí recuerdo perfectamente la situación, porque yo contaba con 18 años, y el haber vivido la muerte de Franco y todos los cambios políticos posteriores había despertado en mí un interés por la política, como espectador, que dura hasta el día de hoy. Me acuerdo que estaba yo escribiendo en mi cuarto, escuchando en un radio-cassette (algunos de los más jóvenes ni sabrán lo que es) a través de la cadena SER el aburrido ritmo de la votación nominal, cuando se escuchó lo que todos saben; dejé de escribir y me quedé petrificado, mirando la radio como intentado ver en ella las imágenes que describían las nerviosas palabras del locutor; cuando se interrumpió la transmisión me dirigí al comedor, y les dije a mis padres más o menos estas palabras: "Han entrado a tiros en el Congreso", lo cual hizo que ellos se quedaran igualmente de piedra.
Bastantes horas después, creo que ya bien avanzada la madrugada, se verían las imágenes del asalto armado (entonces no se transmitían las sesiones del Congreso en directo por televisión).
Hoy, al volver a verlas, siento el mismo escalofrío que sentí entonces. Y la misma vergüenza ajena al ver a este tipo, Tejero, comportarse como un vulgar macarra de barrio (hasta para dar un golpe de estado hay que tener clase, la que él nunca tuvo), atacando físicamente en dos ocasiones a Gutiérrez Mellado. Es totalmente vergonzoso ver a Tejero, que por aquel entonces contaba 48 años, agredir dos veces a Gutiérrez Mellado, que tenía 68 años (curiosamente ambos nacieron el 30 de abril, pero con 20 años exactos de diferencia), pudiéndose ver claramente en las imágenes además la diferencia en la corpulencia entre los dos a favor del golpista. Lo dicho, Tejero no pasó de ser un chulo prepotente que se creyó que por tener una pistola y el apoyo armado de 200 individuos podía hacer lo que quería. Y así le salió, acabando fracasado en su intentona, expulsado de la Guardia Civil y encerrado como delincuente en la cárcel por 15 años.
Pero ese triste día también se pudieron ver destellos de dignidad en el Congreso de los Diputados. La dignidad de Landelino Lavilla, Presidente del Congreso, poniéndose en pie ante la entrada de Tejero y no achicándose en principio ante el hecho de que éste le apuntara con su pistola. La dignidad de Adolfo Suárez, Presidente del Gobierno, saliendo de su escaño a defender a Gutiérrez Mellado. Pero sobre todo la enorme dignidad de Manuel Gutiérrez Mellado, Vicepresidente Primero del Gobierno, enfrentándose él solo a unos golpistas armados hasta los dientes, sabiendo que ese acto le podía costar la vida.
Alguien dijo que en los momentos críticos es cuando sale a relucir lo mejor o lo peor que un ser humano lleva dentro, dependiendo de la persona. El 23-F es una prueba de ello, por la valiente dignidad mostrada por Gutiérrez Mellado.
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