Uno, que ama a España, querría que fuera un país políticamente civilizado, donde las diferencias entre los principales partidos políticos se dirimieran de forma razonable, sin tirarse los trastos a la cabeza y sin mirar constantemente al pasado para poner en serio peligro el futuro. Por poner algunos ejemplos, como Estados Unidos, Francia, Inglaterra o Alemania.
En Estados Unidos están el Partido Republicano, de derechas, y el Partido Demócrata, de izquierdas, y ambos asumen la historia estadounidense, y miran juntos, con sus diferencias ideológicas y prácticas, hacia el futuro.
En Francia existen el derechista Unión por un Movimiento Popular y el izquierdista Partido Socialista, y ambos luchan por el poder sin cuestionar las bases, pasadas y presentes, del estado francés.
En Inglaterra tenemos al Partido Conservador, igualmente de derechas, y al Partido Laborista, también de izquierdas, y ambos dirimen sus diferencias de forma políticamente civilizada, sin afectar a la estabilidad del país.
Finalmente en Alemania los dos principales partidos son el democristiano y el socialdemócrata, los cuales mantienen unas relaciones políticas tan civilizadas que hasta han gobernado juntos en varias ocasiones.
Pero, ¿y España? En España tenemos que padecer dos partidos con diferencias tan irreconciliables que hasta la misma unidad de la nación está en peligro por culpa de ellas. Pero es que, además, anclan sus bases en un pasado que traen al presente, por ser el Partido Socialista un partido casi marxista y el Partido Popular un partido casi franquista. Vemos en ese sentido que en realidad los dos partidos mayoritarios españoles son dos partidos extremistas que han tenido que caminar hacia el centro por razones tácticas, pero no por convicciones políticas. Esas convicciones políticas siguen siendo en muchos de sus militantes, y, lo que es peor, en no pocos de sus dirigentes, el marxismo y el franquismo, los cuales salen cuando se dan las condiciones, llevando a su vez esa misma división a la sociedad española.
Es la maldición de las dos Españas, opuestas, enemigas, enfrentadas, irreconciliables, como aquellas dos Españas que cobraron cuerpo de forma espantosa hace hoy 73 años.
A veces creo que esa maldición se podría romper, con un nuevo partido, como por ejemplo UPyD (que no tendría que ser éste necesariamente), alejado de esos dos polos que son el marxismo y el franquismo, anclado definitivamente en la defensa de las libertades individuales de los ciudadanos, que olvidara para siempre el pasado y sus enfrentamientos entre españoles, para reconciliarles de una vez por todas en mirar confiadamente hacia el futuro. Sería lo ideal, sí, pero lo ideal sucede tan pocas veces en España.