Rodaja a rodaja
Rusia escala con ataques híbridos cada vez más peligrosos para probar los límites de Europa y la Casa Blanca
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Un día después de que Israel bombardeara Qatar para eliminar al equipo negociador de Hamas, Putin lanzó un enjambre de 19 drones sobre el Este de Polonia. Los tiempos son tan importantes como el objetivo: en un momento en el que las costuras de las normas internacionales saltan por los aires, Rusia lo ha aprovechado para empujar sus propios límites aprovechando que el foco está en otra parte.
En una estrategia de «zona gris» o, si se prefiere, del salchichón, el Kremlin prueba no sólo la respuesta militar a sus agresiones, sino sobre todo la respuesta política. Moscú nunca acomete un gran ataque con los socios de la Alianza, sino que corta pequeñas rodajas a ese salchichón: ruptura de cables de comunicaciones en el Báltico por parte de su flota fantasma, bombardeo del edificio de la UE en Kiev, interferencias para confundir el GPS del avión de Von der Leyen, la presidenta de la Comisión, un helicóptero de combate ruso invade el espacio aéreo de Estonia y ahora lanza un ataque de drones kamikaze tipo Shahed (o quizá Gerbera, su versión señuelo). Son en cualquier caso municiones merodeadoras que recorrieron unos 250 kilómetros en el interior de Polonia, lo que convierte la acción en una agresión armada. En ese mismo ataque murieron 29 personas en el lado ucraniano. Pocas bromas. Rodaja a rodaja, Rusia quiere hacerse con el embutido.
Con cada trozo que Putin corta y que queda sin réplica contundente, el Kremlin va consiguiendo ampliar su zona gris, esa extensión difusa en la que puede actuar con impunidad sin que nadie tome verdaderas medidas contra su régimen. La reacción militar contó con el despegue inmediato de los cazas y el derribo de algunos drones, aunque parece una respuesta insostenible en caso de conflicto. Rusia envió unos aparatos baratos (unos 10.000 euros) de los que puede fabricar cientos cada día y que necesitaron del despegue de los ultrasofisticados y carísimos F35 de origen estadounidense para derribarlos. Cada misil usado para tumbar esos drones es mucho más caro que el propio dron y Rusia fabrica casi 1.000 cada día. Esa información, al igual que los tiempos de reacción, es oro para Putin.
Pero lo importante en este caso es el titubeo político: la respuesta de los líderes suele ser mucho más lenta y temerosa que la de los militares. Si Putin quiere zonas grises, Europa debería ofrecerle claridad y marcar unos límites bien definidos.
El autócrata ruso quiere ver, sobre todo, qué hace ahora Donald Trump, al que parece haber tomado la medida con la guerra de Ucrania con ultimátums que nunca cumplen y un apaciguamiento fallido. Si EEUU no se mueve para defender a su aliado, Rusia se va a sentir mucho más libre para seguir actuando con impunidad y con mayor descaro. Si el Kremlin consigue que la Casa Blanca se desentienda de sus viejos aliados europeos, este ataque será toda una victoria para Putin. El autócrata ruso ya prepara este viernes las maniobras militares Zapad 2025 junto a Bielorrusia y junto al corredor de Suwalki, el paso estrecho entre Kaliningrado y Bielorrusia que une Polonia y Lituania, el auténtico talón de Aquíles de la OTAN.
Francisco José Girao, director del departamento de Defensa de la consultora Atrevia, cree que «una acción aislada de este tipo no busca destruir o dañar. Busca medir al que ya consideras enemigo u objetivo. A nivel tecnológico, militar, político y supranacional (el apoyo de aliados). Una invasión semejante del espacio aéreo del país de la OTAN y la UE que más invierte en Defensa con respecto a su PIB (4,1%) no lo decide un capitán sobre el terreno; no lo decide un teniente coronel, ni un general. No lo decide unilateralmente ni siquiera un Jefe de Estado Mayor ni un ministro...». Lo decide el propio Vladimir Putin en persona, que sabe que las divisiones políticas en la UE son profundas y explotará cada una de ellas.
Este ataque supone un nuevo peldaño que los rusos suben en su escalada híbrida contra Europa, que es híbrida porque ya mezcla métodos no militares, como los hackeos o los sabotajes, con acciones estrictamente de guerra, como lo es atacar el edificio diplomático de la UE en Kiev o violar el espacio aéreo con un enjambre de drones de uno de los socios comunitarios y de la Alianza. «La incursión en el espacio aéreo polaco puede ser un accidente, pero es un riesgo que Putin está dispuesto a asumir dado el nivel de impunidad con el que Rusia ha afrontado sus acciones», escribe Sam Kiley, analista militar del diario The Independent.
El almirante retirado Juan Rodríguez Garat cree que «es más probable que se trate de un error, pero dicho esto, los errores pueden prevenirse. Y Putin no está poniendo especial cuidado en hacerlo, lo que demuestra que le importan poco». Aunque parece una provocación medida por parte del Kremlin, el historial de guerras que comenzaron por un fallo de cálculo es extenso, porque Putin está jugando con fuego.
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