Hace unos días escribí sobre el tema de que la idea de que uno puede tener el género que quiera choca con el más básico sentido común. Pero es que además lo que yo allí califiqué de los travestis de siempre la están utilizando como un evidente fraude de ley. Hace unos días leí no recuerdo donde una entrevista a una llamada mujer trans, en la que se consideraba a sí misma lesbiana y que reconocía que mantenía su pene, además de que, por lo que se veía en las fotos, no se había puesto senos artificiales. Tenemos también el caso de Lia Thomas (en la foto), que mantiene sus órganos sexuales masculinos y que dice sentir atracción sexual por mujeres. Eso, además de otras consideraciones, me parece un auténtico insulto para las verdaderas mujeres que tienen gustos sexuales por otras mujeres.
Repito, son cuestiones que van más allá del sentido común. Evidentemente cada cual puede considerarse a sí mismo como quiera. Y eso debe ser respetado. Pero lo que no puede ser es que se obligue a toda la sociedad a comulgar con las ruedas de molino que le ponen delante una minoría y a que los deseos de esa minoría sean órdenes para todos los demás. Una cosa es que sus consideraciones sean respetadas y otra que se nos obligue a compartirlas, con todo lo que ello implica.
Hace poco reflexionaba yo sobre la humillación de que a las mujeres las estén considerando únicamente personas menstruantes. Hoy llegamos al punto de que alguien puede cambiar un poco su forma de vestir y, sin alterar ni su físico ni sus gustos sexuales, reclamar ser una mujer, con todos los derechos de las mismas.
¿En qué está quedando la definición de mujer si cualquier hombre puede serlo con solo desearlo? Mucho me temo que, si no se cambia ya la perspectiva, en nada. Con todo lo que ello implica de pérdida para las mujeres.
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